jueves, 30 de agosto de 2012

-¿Y de que te estás escapando? -preguntó.

-Los días se están volviendo mas difíciles.

Solo supo decir.

domingo, 29 de julio de 2012

Psicoanalizándome

¿Supongo que esto hacemos los escritores no? Nos aferramos a las palabras para encontrar el aire que en tierra no podemos respirar.

¿Para qué escribo entonces? ¿Para ser comprendida?
En este tiempo a solas aprendí muchas cosas sobre mí, pero antes...

Me presento. Mi nombre es María Teresa tengo 21 años y vivo en una casa con 7 hermanos. Que linda rima. Comparto mi cuarto con Cecilia, una hermana de 31 que es mi espejo de lo que no quiero ser en esta vida. Hasta el día de hoy sigo sacándome de encima cosas que fui cargando por muchas cosas que me pasaron. Tengo una increíble necesidad de tener un espacio para mí y para poderlo encontrar voy a tener que remar bastante.


¿Incomprendida? 


Creo que heredé el hábito de escribir por mis hermanas. Agradezco hoy en día de haber tenido una biblioteca, de que mi viejo se le diera por comprar muchos libros, y de tener curiosidad, ya que sin ella, nunca hubiese podido conocer a grandes novelistas. 


Mi hermana Lucía escribía poemas en una máquina de escribir con la que Cecilia usaba para el colegio en su momento, pero nunca hizo nada con ellos. La última vez que los vi, estaban una carpeta y esa vez que se los mencioné, no quiso hablar del tema. 


En mi familia el arte siempre estuvo presente. Mamá tocaba la guitarra, una criolla de la antigua casa Núñez, papá escuchaba folklore y mi tía, la hermana de ella, hacía artesanías.


Cecilia, mi hermana mas grande, hacía clases de canto, además de leer, tocaba la guitarra y sabía algo de piano (siempre le gustó enseñar, es una persona que sabe mucho, pero que quizás no supo como encarar su vida de acuerdo a lo que le gustaba hacer, siento que hoy es un peón mas de este sistema capitalista) Pablo, el que le sigue, estudió guitarra, teclado, leía literatura fantástica, y también animé. Era de los que siempre estaban para impulsarme con respecto a mis ganas de dedicarme al arte.
A Ana le gustaba, pero en ámbito práctico, escenografía, ese arte que no termina de ser, leía mucho a Isabel Allende y a algunos escritores best-sellereanos. Lucía, como decía, y también rima, escribía poemas, admiré siempre su capacidad para leer en inglés, yo no podría con mi genio. También pintaba mucho, sabía tocar el bajo y así también la guitarra. Y después está Guada, que le llegó su momento de aprender a tocar la guitarra, ella siempre hacía artesanías de papel (origami) vale decir que es maestra jardinera y digamos que todas las maestras jardineras vienen con una creatividad de nacimiento. Y por último Juani, mi hermano mas chico, que le gustaba mucho la literatura fantástica y también aprendió a tocar la guitarra.


Y me toca a mí. 


De chiquita siempre me gustó la poesía, fue Cecilia quién me regalo un libro de poemas infantiles cuando cumplí los 10 años. Tuve mi primera guitarra acústica a los 15 y es el día de hoy que está conmigo, se llama Lyla. Escribir fue mi desahogo en los momentos en que me sentía incomprendida por el mundo, sí, mi adolescencia. Ese refugio que podía ir cuando todo parecía estar peor. Solía estar mucho en mi mundo, y mis compañeros del colegio siempre me decían "Tere, bajá a tierra", también me la pasaba garabateando papeles en las horas de clase. Siempre me gustó cantar y siempre tuve ganas de aprender a tocar el piano. 


Me costó mucho definir que quería estudiar después de terminar el colegio, por mas que el arte estuviera presente, la tan odiosa pregunta de "¿Y de qué pensás vivir?" atormentaba mi paladar porque no sabía que responder. Tenía algunas canciones escritas en ese momento y un deseo ferviente de ser algo y no saber qué.


Indagué, me perdí, vi la luz, oscurecí, me enterré, cavé, me moví, me quedé. Hasta que decidí tomar las riendas de nuevo, anotarme en un taller literario y de una vez por todas tomar clases de canto. No me fue fácil empezar, pero me sirvió como experiencia para darme cuenta que cantar y que escribir eran lo que me hacían feliz. 


Este año me inscribí en el conservatorio para estudiar composición. Escuchaba las bandas sonoras de las películas y quería ser como esos pianistas, que con unas notas te hacen sentir que estas chapoteando en un día de lluvia. ¿Cómo lo hacen? Los admiraba.


El conservatorio donde cursaba me encantaba, se respiraba libertad, había música por todas partes, claramente. Me inspiraba. Mis compañeros eran todos copados, estaba buenísimo porque habían mucha variedad de personas, eso es lo que me gusta de los lugares públicos, tenés de todo. Pero había algo que no me convencía, a pesar de que me sentía cómoda, mis dedos querían escribir letras y no notas. El profundo deseo de ser escritora superaba esas ganas que en algún momento había tenido de ser compositora. No me veía en una orquesta, ni en un escenario frente a muchas personas, ni componiendo una pieza para un film. Me veía en cafés, escuchando buena música y escribiendo. Presentando mi libro después de años de esfuerzo dedicados a las letras, hablando sobre la literatura, rodeada de personas en mi propia cafetería.

Y acá estoy. Futura escritora. Con la certeza de que esto es lo que me hace feliz y se que no me va a ser fácil lograrlo, pero es parte del camino superar las dificultades que se me vayan presentando.

Un nuevo cuaderno de hojas para estrenar se acerca a mi escritorio, pero no es cualquier cuaderno, ese cuaderno es mi vida.


Es el cuaderno donde voy a permitirme ser mas optimista, donde voy a poder escribir sobre lo tan astuta que voy a ser frente a los desafíos que me vaya implicando vivir, donde voy a contar lo tan bien que voy a vivir mis días. Sobre mi perseverancia a pesar de las malas experiencias, de lo tan audaz que voy a ser al animarme a enfrentar a ciertas personas que antes no podía porque el miedo me atravesaba. De lo tan bien que me voy a sentir al darme cuenta de que alrededor mío me acompañan personas que me quieren por lo que soy, y por mas que no estén cuando yo quiero, el hecho de saber que van a estar me va hacer dar cuenta de lo que valen. De los avances que voy a hacer, los esfuerzos y los logros que de a poco voy a ir teniendo.

Es tiempo de definir los pilares en mi vida, los lugares de donde agarrarme cuando sienta que me voy a caer. Definitivamente el arte está en mis venas y siempre va estar. Creo que ese, va a ser un buen lugar desde donde arrancar.

Al parecer la literatura está conectada con mi forma de ser. Y me parece que voy a elegirlo como uno de mis primeros pilares.

Me siento tan bien después de escribir y habiéndome psicoanalizado un largo rato.

Tengo que hacer esto mas seguido...


miércoles, 4 de julio de 2012

domingo, 1 de julio de 2012

El progreso

Si empiezo a valorarme entonces las cosas que hago deberían empezar a tener valor, y si tienen valor, debería mostrarlas porque valen.

En otras palabras, si mi arte vale, debería difundirlo más, porque desde el momento que produzco estoy poniendo en desarrollo mis habilidades, y es un esfuerzo para mí llegar a esas habilidades. Es también como una forma de aceptación y muestra de lo que soy.
Y si valgo entonces también querría progresar en mi vida, entonces mi arte debería ir progresando conmigo. Aunque a veces ese progreso mutuo sucede con pocos artistas.

Y por otro lado, como todo arte, dejar que el público opine. Si le gusta, o si no. Si lo entiende, o si no.

Es una nueva vida de nuevos espejos, muchos esfuerzos, muchas obstáculos que aparecen en el camino y de  a poco voy aprendiendo a superar.

La tranquilidad de que voy a poder cumplir con mis metas a su debido tiempo me da seguridad, y saber que valgo mas todavía.

A poner en práctica lo dicho entonces!